martes, 31 de mayo de 2016

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Los gallos de peleas
Escrito el 08. ago, 2004. Por Alberto Müller, en Sociales
(publicado por Diario Las Américas)

Vale decir que no solamente Andrew Jackson fue uno de los presidentes más populares de los Estados Unidos al juramentar su cargo en 1829, sino que a su vez como un leal fanático de las peleas de gallos, las permitía en la propia Casa Blanca…
Pero algo más, de acuerdo con la lógica simple de la historia, la primera pelea de gallos debe estar íntimamente vinculada al quinto día de la creación:
Dios creó las aves inmediatamente después del cielo, la tierra, la luz y los mares, según lo relata el libro del Génesis.
Y como el gallo de lidia o “gallo de pelea” nace con el instinto de pelear hasta vencer, es de suponer que los dos primeros gallos de lidias creados en el cuarto día con el resto de las aves, hayan peleado desde que toparon en ese milagroso pedazo de tierra salvífica.
También conocemos que los griegos y los romanos consagraban los gallos a sus dioses de la guerra en busca de protección y fuerza para combatir.
Pero el encanto de las peleas de gallos no queda solamente circunscrita a estos importantes momentos de la historia pasada, que relatamos:
George Washington, el primer presidente de los Estados Unidos, fue un gran criador de gallos de pelea. Algunos comentan que, a Ronald Reagan, desde su época de actor, le encantaban los topes de gallos de pelea.
Y en Cuba, esa isla cercana a los Estados Unidos, que bailotea con gracia sinigual sobre el mar Caribe, se sabe que, desde el poeta Plácido, pasando por el escritor Cirilo Villaverde, el patricio Miguel Teurbe Tolón, los presidentes Mario García Menocal y José Miguel Gómez, los hermanos Trinidad, conocidos hombres de negocios, y el pueblo en general, principalmente la noble clase campesina, eran criadores y fanáticos de las peleas de gallos. De ahí aquel inolvidable poema del Cucalambé:
“Tal es la valla / tal es esa alegre diversión…
Donde con el gran Marqués / alterna el pobre artesano…
Y con su gallo en la mano / y su tabaco encendido…
Luce su mejor vestido / nuestro guajiro cubano” …
Una de las obras pictóricas de más colorido y fuerza de Julio Hernández Rojo, el pintor cubano fallecido recientemente, es su “Gallo de Pelea”. Y quién no recuerda aquella inolvidable pintura de Abella del “Guajiro y el Gallo”.
Pero hablemos un poco de esas aves de pico corto y curvo en su parte superior, cresta señorial, plumaje maravilloso en colorido y espolones en sus patas, que en latín denominan “Gallus”. Se conocen dos clases de gallos: el de corral <o machorro>, que no pelea. Y el de lidia o “gallo fino”, de gran belleza y porte, que pelea por instinto.
En materia culinaria se sabe que los caldos de pollos cocinados con sus crestas tienen un sabor exquisito. Y ahora surge la pregunta indiscreta:
¿Por qué en Estados Unidos, con una tradición gallera arraigada a sus hombres del campo y a grandes de sus personalidades, como en el resto de sus vecinos en México, Puerto Rico, Cuba y República Dominicana, se prohíben las peleas de gallos que es un sano entretenimiento como el de la cría y competencia de las palomas mensajeras?
Nos parecería más consecuente esta prohibición, por ejemplo, si se prohibiera el boxeo, un deporte de rudezas y golpes demoledores y mortales en ocasiones.
 ¡Ah!  es que hay un fuerte sindicato de fundamentalistas defensores de los animales. Pues nos parece bien que en un país de libertades haya defensores de todo.
¿Por qué estos humanistas de verduras y chocolate no van a los mataderos o puertos pequeros a protestar por la matanza de reses, de aves y de peces comestibles?  
Además, por ese camino extremista, podríamos decir que las verduras también son seres vivos que respiran y reciben cariño humano.
Dejémonos de hipocresías y exijamos que permitan las vallas para que los gallos de peleas, que nacieron para topar, peleen con naturalidad, fiereza y elegancia.

Así estaremos utilizando ese toque de la creación, que son los gallos, para entretenernos.

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