Los gallos de peleas
Escrito
el 08. ago, 2004. Por Alberto Müller, en Sociales
(publicado
por Diario Las Américas)
Vale
decir que no solamente Andrew Jackson fue uno de los presidentes más populares
de los Estados Unidos al juramentar su cargo en 1829, sino que a su vez como un
leal fanático de las peleas de gallos, las permitía en la propia Casa Blanca…
Pero
algo más, de acuerdo con la lógica simple de la historia, la primera pelea de
gallos debe estar íntimamente vinculada al quinto día de la creación:
Dios
creó las aves inmediatamente después del cielo, la tierra, la luz y los mares,
según lo relata el libro del Génesis.
Y
como el gallo de lidia o “gallo de pelea” nace con el instinto de pelear hasta
vencer, es de suponer que los dos primeros gallos de lidias creados en el
cuarto día con el resto de las aves, hayan peleado desde que toparon en ese
milagroso pedazo de tierra salvífica.
También
conocemos que los griegos y los romanos consagraban los gallos a sus dioses de
la guerra en busca de protección y fuerza para combatir.
Pero
el encanto de las peleas de gallos no queda solamente circunscrita a estos
importantes momentos de la historia pasada, que relatamos:
George
Washington, el primer presidente de los Estados Unidos, fue un gran criador de
gallos de pelea. Algunos comentan que, a Ronald Reagan, desde su época de
actor, le encantaban los topes de gallos de pelea.
Y
en Cuba, esa isla cercana a los Estados Unidos, que bailotea con gracia
sinigual sobre el mar Caribe, se sabe que, desde el poeta Plácido, pasando por
el escritor Cirilo Villaverde, el patricio Miguel Teurbe Tolón, los presidentes
Mario García Menocal y José Miguel Gómez, los hermanos Trinidad, conocidos
hombres de negocios, y el pueblo en general, principalmente la noble clase
campesina, eran criadores y fanáticos de las peleas de gallos. De ahí aquel
inolvidable poema del Cucalambé:
“Tal
es la valla / tal es esa alegre diversión…
Donde
con el gran Marqués / alterna el pobre artesano…
Y
con su gallo en la mano / y su tabaco encendido…
Luce
su mejor vestido / nuestro guajiro cubano” …
Una
de las obras pictóricas de más colorido y fuerza de Julio Hernández Rojo, el
pintor cubano fallecido recientemente, es su “Gallo de Pelea”. Y quién no
recuerda aquella inolvidable pintura de Abella del “Guajiro y el Gallo”.
Pero
hablemos un poco de esas aves de pico corto y curvo en su parte superior,
cresta señorial, plumaje maravilloso en colorido y espolones en sus patas, que
en latín denominan “Gallus”. Se conocen dos clases de gallos: el de corral
<o machorro>, que no pelea. Y el de lidia o “gallo fino”, de gran belleza
y porte, que pelea por instinto.
En
materia culinaria se sabe que los caldos de pollos cocinados con sus crestas
tienen un sabor exquisito. Y ahora surge la pregunta indiscreta:
¿Por
qué en Estados Unidos, con una tradición gallera arraigada a sus hombres del
campo y a grandes de sus personalidades, como en el resto de sus vecinos en
México, Puerto Rico, Cuba y República Dominicana, se prohíben las peleas de
gallos que es un sano entretenimiento como el de la cría y competencia de las
palomas mensajeras?
Nos
parecería más consecuente esta prohibición, por ejemplo, si se prohibiera el
boxeo, un deporte de rudezas y golpes demoledores y mortales en ocasiones.
¡Ah! es
que hay un fuerte sindicato de fundamentalistas defensores de los animales.
Pues nos parece bien que en un país de libertades haya defensores de todo.
¿Por
qué estos humanistas de verduras y chocolate no van a los mataderos o puertos
pequeros a protestar por la matanza de reses, de aves y de peces comestibles?
Además,
por ese camino extremista, podríamos decir que las verduras también son seres
vivos que respiran y reciben cariño humano.
Dejémonos
de hipocresías y exijamos que permitan las vallas para que los gallos de
peleas, que nacieron para topar, peleen con naturalidad, fiereza y elegancia.
Así
estaremos utilizando ese toque de la creación, que son los gallos, para
entretenernos.
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